Fui convocado el año 2015 por el
Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Brigham Young de Utah
de los Estados Unidos de Norteamérica, dirigido por el Dr. David Laraway, y por
el Instituto de Estudios Vallejianos BYU, Utah, dirigido por la Dra. Mara
García, para recibir el Premio Pluma de Oro y cumplir una serie de actividades
académicas que abarcaron conferencias, recitales, conversatorios con alumnos, como
visitas a diferentes dependencias de esa universidad.
Terminados nuestros compromisos académicos
y ya como delegación de Capulí, Vallejo y su Tierra, recorrimos esa parte
occidental del territorio de los Estados Unidos, primero rumbo hacia Las Vegas,
y después hacia el Gran Cañón del Río Colorado, en el estado de Arizona.
Es así cómo, entre el 19 de marzo y 5 de
abril de aquel año, iniciamos una travesía de borde a borde y de canto a canto del
Gran Cañón, ocasión en que nos internamos durante siete días visitando conmovidos,
fascinados y ya casi sin aliento este monumento sideral que es el Primer Gran
Parque Nacional de los EEUU, declarado por la Unesco en el año de 1979, como
Patrimonio de la Humanidad.
2. Lodos
y arenas
Del Cañón sobrecoge su inmensidad, pero
también la capacidad de organización de las comunidades indígenas que lo
administran para brindar servicios al visitante.
Porque son espacios inalienables de las
comunidades nativas; son territorios indios, con gran presencia de las culturas
originarias de este espacio geográfico y vasto territorio de América, más
precisamente de las tribus hualapai, anasazi y navajos, quienes nos atienden en
sus mercados típicos, en sus hoteles, restaurantes y tiendas.
Conformado
de un prodigio de montañas que se elevan y se
extienden y de inmensas oquedades que guardan bosques, ríos y crestas de
montañas.
Hechas de cenizas, lodos
y arenas que han ardido y se han transformado en rocas sedimentarias y que
adquieren formas caprichosas de templos, donde sus tótems son el cóndor de
california, el puma, el mamut y los restos de dinosaurios encontrados en la grava,
la caliza y el esquisto de sus suelos.
3.
Quedamos
extasiados
Donde todo es un alboroto de promontorios,
de “catedrales”, de galerías, de edificios de roca palpitante; habitados por
los dioses del desierto que vagan por cañadas y mesetas.
Y se esconden en los laberintos de piedra,
que cuando ya los vamos a distinguir y conocer se esculpen asimismo esos
espíritus y se quedan petrificados en los peñascos. Pero que son ellos porque
sentimos su palpitar.
Y que configuran una maraña de torres con
variedad de colores, que son ismos en donde abajo y al pie de los acantilados el
río da una curva a sus aguas.
Y que son miradores donde nos quedamos extasiados hasta que nos llegue el
anochecer en sus bordes y a sus eternas orillas.
450 kilómetros de longitud y diferentes
medidas de anchura que se abren y se cierran constituyen el Cañón del Colorado.
4.
Izar
la bandera
Con cinco represas e hidroeléctricas
levantadas en distintos puntos de su cauce, la más asombrosa ya cerca de las
Vegas, cuál es la represa Hoover Dam.
Donde la piedra roja, la piedra azulada; la
piedra verduzca y la piedra amarilla danzan juntas. Roca y fuego en su cimiento
y en sus cumbres. Flor y arena en sus entrañas insondables.
Donde dominan los colores ocres, verdes,
amatistas, gualdos desvaídos; los perlas y amarantos de sus musgos y arriba los
azules translúcidos del cielo infinito donde bogan los aviones.
Y nosotros todos orgullosos de desplegar
aquí el cartel de Capulí, Vallejo y su tierra, e izar
la bandera del Perú de nuestra más entrañable identidad y esperanza.
Recordando igual el ondular de las espigas
de nuestra tierra natal, como es Santiago de Chuco.
5.
El trino
del
zorzal
Y dónde, igual que allá nos retamos con la
eternidad. Porque el Gran Cañón durará y nosotros pereceremos. Entonces, ¿qué
somos frente a las piedras, el viento, la tierra y el cielo?
¡Ah! El detalle es que aquí al menos se nos
permite mirar la orla del manto de lo eterno y de lo sagrado. Y sentimos que
por haber visto de la eternidad el borde de sus pasmadas orillas, duraremos.
Donde el río ha esculpido el canal, el
viento labró los tronos en las rocas, el hielo al congelarse hizo presión para
que se tajaran las montañas y se abrieran como tortas de queso, o como
gargantas infaustas cortadas a cuchillo.
Donde no cabe solo una explicación
telúrica, tectónica y geológica. Porque, ¿acaso no está aquí palpable la mano
divina?
En esta combinación de hierofanías, en el
significado del río allá abajo, en el cantar apacible de sus aguas, en el
reflejo etéreo que se desliza en su cauce, y en el trino
del zorzal que se hunde entre los peñones y se humilla en busca de su nido,
¿no está Dios aquí inmerso?
6. La seda
del viento
Porque no todo lo hizo la talladura del
río, la erupción de los volcanes, la acción de los cataclismos, sino que
también encontramos la mano divina que puso en las rocas un mensaje
indescifrable.
Es el himno de la creación del universo, el
hosanna de la creación del mundo. Es Dios, que más se lo siente en la noche
cuando todo está en silencio y quietud y las piedras
velan.
Porque aquí es lo sagrado lo que se adivina:
en la seda del viento en los arbustos dormidos de los
acantilados impávidos, en las flores pequeñas de los barrancos, y hasta en las
espinas de los cactos de sus orillas.
Si es que todo está dormido es porque se ha
luchado. Y advino después de la convulsión la quietud, después del espasmo el
sueño que alienta y respira.
7.
Caída
y
salvación
Donde si el hombre no adora a Dios, lo
adoran las piedras, los árboles, los animales que son simples y naturales, como
estas piedras que aquí tienen ese impulso hacia arriba.
Que aquí aspiran a ser estrellas, llenas
del anhelo de Dios en sus brazos que emergen, en este elevarse desde lo oculto
y oscuro hacia lo claro y sereno.
Aquí sobrecoge la inmensidad, el aliento de
lo etéreo, donde espantan las caídas a bisel interminables, los abismos y precipicios
que no se sabe dónde acaban.
Es en estas piedras en donde solo de
mirarlas ya hemos caído y quedado yertos para siempre en su fondo inhallable.
Y el río a oscuras como una conciencia que
vela: de lo inmenso y profundo, de lo hondo a lo que podemos caer y desde allí
otra vez ascender y subir, que es el drama de nuestra caída y a la vez de
nuestra salvación.
Los textos anteriores pueden ser
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